miércoles, 22 de noviembre de 2017

Introducciòn a las migraciones a los Estados Unidos

Migración centroamericana: donde la violencia y el delito no conocen de fronteras



Publicado en Fundación AVINA

El fenómeno migratorio de Centroamérica hacia los Estados Unidos ha tomado proporciones alarmantes. Una migración que entre 1970 y 1980 fuera impulsada principalmente por la inestabilidad política, y los conflictos armados; hoy en día se ve sopesada por la falta de oportunidades económicas y altos grados de violencia que se viven en el istmo centroamericano. Datos del Inter-American Dialogue (2014) nos indican que más de 100.000 centroamericanos ingresan anualmente a los Estados Unidos, muchos de ellos de forma irregular; es decir sin la documentación o autorización requerida por el país de tránsito o destino.
Las causas que originan el movimiento migratorio en la región son muchas. Algunas de las principales razones identificadas son: la demanda estacionaria de mano de obra no calificada, la reunificación familiar, y protección ante la presencia del crimen organizado y altas tasas de homicidio en los países de origen (Inter-American Dialogue; 2014).

A nivel económico, los modelos de desarrollo implementados han hecho al país “vulnerable y/o excluyente” (Inter-American Dialogue; 2014. Pág. 9) para sus ciudadanos, lo que provoca que un 40% de la población viva bajo la línea de pobreza. Aunado a esto, están los niveles de violencia experimentados en dicho país que también son de los más altos en la región a causa del crimen organizado. Según datos del programa de las Naciones Unidas de Lucha contra el Crimen y las Drogas (UNODC) en el periodo 2012-2013 El Salvador alcanzó la cifra de 40.2 homicidios por cada 100.000 habitantes, colocándolo en el tercer lugar centroamericano después de Honduras y Belice. Este -al parecer- no es un hecho casual; datos del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (DHS siglas en inglés) revelan una coincidencia temporal entre las deportaciones de salvadoreños con antecedentes criminales y la proliferación de organizaciones delictivas en dicho país.


Una investigación realizada por Manuel Orozco y Julia Yansura del Dialogo InterAmericano en 900 municipios de El Salvador, Honduras y Guatemala
Una investigación realizada por Manuel Orozco y Julia Yansura del Dialogo InterAmericano en 900 municipios de El Salvador, Honduras y Guatemala.

Migración de menores no acompañados: Siguiendo el patrón establecido


La migración desde Centroamérica hacia los Estados Unidos, se ha hecho más evidente en los últimos años, tanto para los adultos como para los menores de edad no acompañados. La aparición de este último grupo tiene serias implicancias humanitarias, legales y políticas que está convirtiendo a este tema en una de las principales preocupaciones, tanto para los gobiernos como para las organizaciones de la sociedad civil que abogan contra la violación de los   derechos humanos.
Es así como el ya dificultoso panorama de las migraciones centroamericanas, se complejiza aún más con la problemática -tan urgente como importante- de los niños y niñas migrantes. En el caso de los niños y niñas no acompañados, los datos muestran patrones similares a los de la migración adulta. Al igual que los adultos, las personas menores de edad provienen de los municipios con mayor población y violencia y donde ha migrado una importante parte de su población.

En el presente año fiscal, Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos (CBP en sus siglas en inglés) reportaron la custodia de más de 67.000 niños menores de 18 años viajando sin sus padres y/o guardianes. Aunque México es en general el principal país fuente de inmigrantes indocumentados hacia Estados Unidos, este patrón no se cumple en el caso de los menores de edad. Sorprendentemente se ha visto un aumento significativo de niños hondureños, guatemaltecos y salvadoreños no acompañados que han intentado cruzar la frontera. Tres de cada cuatro niños y niñas detenidos en la frontera de Estados Unidos durante este año, provienen de un país centroamericano superando a los mexicanos en lo que va del 2014. Destaca el caso de los niños hondureños deportados, que en este año, son ya más de 18.000 en comparación a los menos de 1.000 de hace solo 5 años.
Los anteriores argumentos evidencian que el fenómeno de las migraciones centroamericanas se ve intensificado por una combinación de factores económicos, sociales y ambientales. Estos flujos sociales, complicados por la falta de protección estatal y por la presencia de organizaciones delictivas que los acechan, están poniendo en riesgo la vida de los migrantes y amenazan con destruir sus núcleos familiares. Es por ello que la atención de este fenómeno solo puede darse de manera holística. Contemplando por una parte la promoción al derecho humano de todos a desplazarse con libertad y seguridad y el desarrollo de políticas públicas que fortalezcan la institucionalidad y economía regional. Ambas estrategias apoyarían garantizando condiciones mínimas para que los migrantes y sus familias puede trabajar y desarrollarse; transformando a la migración de un mecanismo de supervivencia a una opción de vida digna.


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Por Juan José Romero Razo. Corresponsal


martes, 14 de noviembre de 2017

Testimonios de Migrantes

Testimonio de Leonardo Bastida Aguilar


"Todavía me da miedo subir a La Bestia", reconoce Vanesa mientras recuerda su viaje de casi dos meses por territorio mexicano. A pesar de que ha subido y bajado en diversas ocasiones del tren que parte de Arriaga, Chiapas, rumbo a la frontera con Estados Unidos, afirma que nunca se sabe cómo será el próximo viaje en este ferrocarril que "devora migrantes".
Originaria de San Pedro Sula, Honduras, a más de 10 horas de camino desde la frontera Guatemala-México, Vanesa reconoce que la parte más difícil para llegar al "sueño americano" es cruzar por México. Antes de partir de su comunidad localizada en la costa del Atlántico, escuchó muchas historias como las contadas por migrantes secuestrados en este país y quienes rindieron testimonio ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos, luego de ser rescatados. "A dos de las mujeres las violaban diario. Parecían de trapo, las mujeres a las que violaban". "Luego trajeron a las muchachas y al niño que se habían llevado. Estaban golpeados. Dijeron que una de ellas estaba rica y dijeron: 'le dimos por los dos lados'. Una de ellas estaba en su mes y no les importó, todos las habían violado, menos uno al que le dio asco".
O el relato de una mujer que fingió estar muerta para sobrevivir. "Me violó el 26 de noviembre de 2009. Me llevó al cementerio, por Tierra Blanca, y me violó, junto con otros dos. Mientras ellos me violaban, su mujer me golpeaba la cara con los pies. Me pegaron con la palma del machete hasta que creyeron que estaba muerta. Me dejaron ahí, hasta que unas personas me ayudaron y regresé a mi país".
A pesar de esto, Vanesa logró llegar hasta la Casa del Migrante en Saltillo, Coahuila, gracias al cuidado de "la raza hondureña" y asegura que en el camino no le pasó nada, aunque sí vio gente caer del tren y ser cortada por la bestia de acero.
Padeció hambre, frío, sed y tuvo miedo de ser interceptada en el camino por mareros (integrantes de la pandilla Mara Salvatrucha) o agentes de migración y ser forzada a tener relaciones sexuales, o ser derribada del tren, caer y perder alguna pierna o brazo. 
Superar cada etapa del recorrido la motivaba a "seguir para arriba" (en referencia a la frontera norte). Caminó los trescientos kilómetros que separan a los poblados del río Suchiate y Arriaga, Chiapas, sitio que después del huracán Stan, en 2005, se convirtió en el inicio del recorrido de "La Bestia". La travesía originalmente partía de Ciudad Hidalgo, también en Chiapas, poblado a un costado del Suchiate y limítrofe con Tucún Umán, Guatemala.
Esta parte de la selva es conocida por su peligrosidad y altas tasas de criminalidad. Muchas mujeres son "enganchadas" en esta zona con la promesa de ser ayudadas a llegar a Estados Unidos y son obligadas a prostituirse en los bares y calles de las ciudades fronterizas.
Vanesa subió al tren y atravesó Oaxaca y Veracruz, casi sin dormir por temor a caer o sufrir algún abuso. Paró por algunos días y continuó el recorrido hasta Tultitlán, estado de México, donde se sabe que esperan los agentes migratorios. No tuvo problemas. 
Sin pollero, sin haber sido detenida por las autoridades mexicanas, pero con poco dinero, pudo llegar a la Casa del Migrante en Saltillo para esperar el momento adecuado de intentar cruzar de manera ilegal al país vecino del norte, al igual que lo hacen otros cientos de personas que llegan a este lugar mes tras mes.

Una de cada cuatro 

El cálculo de personas de Centroamérica que recorren México para cruzar de forma ilegal la frontera con Estados Unidos oscila entre 150 mil y 400 mil al año. Se estima que de los migrantes que ingresan a México por la frontera sur, 92 por ciento provienen de Centroamérica (43 por ciento de Guatemala, 35 por ciento de Honduras y 15 por ciento de El Salvador) y es además una migración predominantemente masculina, con 81 por ciento de hombres y 19 por ciento de mujeres.
Sin embargo, de acuerdo con el estudio "Migración, género y SIDA: Contextos de vulnerabilidad", elaborado por el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), 25 por ciento de las personas que están en tránsito por México y cuyo destino final es Estados Unidos, son mujeres.
A diferencia de los hombres, señala la investigación, las mujeres son muy vulnerables durante la ruta ya que "sirven como moneda de cambio a un grupo de varones ante las autoridades interfronterizas, quienes tienen relaciones sexuales con ellas a cambio de que pase todo el grupo". La realidad es que el sexo se convierte para ellas en el único recurso con el que cuentan para negociar y de esta manera asegurar su sobrevivencia y seguridad al interior del grupo.
Así, la mujer es vista por los mismos migrantes como una persona disponible para cualquier tipo de servicios, pero principalmente para tener relaciones sexuales, y en determinados casos hasta prostituirse.
Esta realidad se percibe en lugares como este albergue, ya que, como explica Alberto Xicoténcatl, director de la casa, son muy pocas las mujeres que llegan hasta la frontera norte. Incluso hay semanas en las que no llega ninguna. 
La semana anterior a esta entrevista sólo había seis mujeres, incluida Vanesa. Esta semana sólo hay dos y Vanesa. Las cinco chicas que llegaron la semana pasada decidieron intentar el cruce y no se ha sabido nada de ellas. 
La Encuesta sobre Migración y Salud Sexual y Reproductiva en la Frontera México-Guatemala, 2009-2010. Trabajadoras Agrícolas Migrantes, Trabajadoras Sexuales y Migrantes en Tránsito, aplicada por el INSP en distintos albergues para población móvil en la República Mexicana, revela que 28.2 por ciento de las migrantes en tránsito por México tuvieron sexo a cambio de bienes como dinero, protección o seguridad. Además, 9.2 por ciento de las migrantes señalaron haber sido objeto de tocamientos o manoseos y 8.3 reconoció haber tenido sexo forzado. Las cifras contrastan con las registradas en el sexo masculino, donde menos de 2 por ciento de los migrantes se vio obligado a mantener relaciones sexuales forzadas.
Además, las migrantes reportaron sufrir otro tipo de violencia como la psicológica, rubro en el que 29 por ciento indicó ser objeto de humillaciones o actos de menosprecio, 20.4 por ciento recibió amenazas y 11 por ciento era extorsionada o explotada laboralmente por un tercero. En el apartado de violencia física, 16 por ciento fue objeto de alguna agresión.

Salud sexual y reproductiva


"Contrario a lo que se piensa, sólo hemos detectado una prevalencia de 0.1 por ciento de casos de VIH/sida en la población que llega a la Casa del Migrante en Saltillo", explicó en entrevista con Letra S Eduardo Calderón, integrante del área de salud y bienestar de esta institución.
Esta medición se realizó a partir de la firma de un convenio con el INSP y la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Coahuila, con el fin de conocer si la población móvil sería más vulnerable al VIH, como se ha planteado desde hace algunos años. 
Para Calderón, si bien es cierto que las y los migrantes pueden enfrentar ciertos riesgos a lo largo de su camino, sobre todo con sexo forzado o violencia sexual en el caso de las mujeres, fue sorprendente observar durante el 2012 que la cantidad de personas detectadas con el virus es mínima, con una tasa muy similar a la prevalencia nacional.
Sin embargo, estos números no implican que se descuiden aspectos como las pláticas informativas que se realizan en el albergue cada miércoles, a manera de preconsejería. En ellas se explica lo que es la salud sexual y reproductiva, específicamente se habla sobre el VIH y otras infecciones de transmisión sexual (ITS).
Posteriormente, explica Calderón, se aplican pruebas rápidas de detección a quienes así lo deseen. Cada semana se realizan alrededor de 80 pruebas y se detecta un caso al mes. En una entrevista previa se les pregunta para saber cuántas parejas han tenido, si usan preservativos y qué métodos conocen para prevenir una ITS.
A diferencia de la manera tradicional en que se entregan los resultados a las personas que decidieron hacerse la prueba, en el albergue todos pasan con médicos visitantes para una breve entrevista en la que se aprovecha para hacer una recapitulación, saber qué aprendió la persona, qué factores de riesgo logra identificar y qué debe hacer para cuidarse. Además se les dan condones y sugerencias para mejorar sus hábitos sexuales, y evitar así infecciones futuras. 
En el caso de las mujeres, se les da una plática informativa sobre embarazo, y de ser necesario, atención por si fueron violentadas en el camino. 
Cuando se detecta un caso positivo de VIH, la persona es acompañada al Centro Ambulatorio de Prevención y Atención en Sida e ITS de Saltillo, donde se les dan los medicamentos que necesitan e información para que continúen con su vida cotidiana. En el marco del Proyecto Mesoamericano para el Abordaje Integral de las Poblaciones Móviles en VIH/sida, un convenio firmado por todos los países de la región, se garantiza la atención a migrantes con VIH en cualquier lugar de la zona, de manera gratuita.
"Ellos deciden si se quedan a atenderse en México, si continúan su viaje o si regresan a su país", señala Eduardo, quien explica que en cualquiera de los casos se brinda asesoría legal a fin de garantizar a la persona la regularización de su estatus migratorio y pueda acceder a la atención médica.


Por mis hijos

Comprar un solar (terreno) y construir una casa para sus tres hijos y su madre es la motivación principal de Vanesa para continuar el viaje. "Con el dinero de Honduras no alcanza", asevera, y a su vez recuerda que sus familiares en Estados Unidos le han dicho que hay mucho trabajo en el país del norte.
Hace dos meses que llegó a la Casa del Migrante en Saltillo. Espera la llamada del familiar que le dijo que esperara allí y descansara hasta que él pudiera ir por ella. En un principio se niega a revelar a dónde irá. Finalmente responde: "me gustaría ir a Virginia o a Los Ángeles", tal vez sin saber que entre el estado y la ciudad hay una distancia de más de 4 mil 250 kilómetros.
Por el momento se incorpora a las actividades de maquila de mezclilla en el albergue para "hacerse de un dinero". Habla de vez en cuando con sus hijos y su madre para saber que están bien. Reconoce que algunos de sus familiares se han "echado para atrás", pero otros le han asegurado que irán por ella.
Se considera bendecida por Dios. A casi dos horas de camino de la frontera México-Estados Unidos no piensa desistir, pues, asegura, si dejó a sus hijos y su madre atrás, es para que, una vez llegando a los Estados Unidos y trabajando, no les falte nada.

Testimonio de Migrantes

Testimonio de un niño migrante que quedó atrapado en México.

Por Luz Adriana Santacruz Carrillo, desde la Ciudad de México.

Era adolescente cuando hizo la travesía. Cruzó tres países huyendo de una mara que le pidió que mate a su hermano.
Sus heridas siguen abiertas. 

Han pasado dos años desde que huyó de su país, El Salvador en donde dejó amigos y familia pero también el lugar donde dejó la violencia de las pandillas que lo acosaban. Cansado y harto del horror que lo rodeaba se decidió a cruzar montañas, ríos, países. No tenía dinero y tampoco le importaba lo que le esperaba. Sólo quería huir.

Con un nudo en la garganta y un respiro profundo Ángel, nombre ficticio para proteger su identidad, hoy de 19 años, recuerda que desde pequeño quería “irse al Norte”. Ese deseo marcó su vida pero fueron los problemas que tuvo con una pandilla los que lo obligaron a emigrar de urgencia.

“Me iban a matar”, le dice a UnivsionNoticias.com. La frase le cuesta. A Ángel le duele recordar y compartir los motivos por los que se fue de El Salvador.

Ángel confiesa que era pandillero. Integraba una de las maras que azotaban a su colonia. Dice que no se juntaba mucho con ellos pero que le hacían algunos encargos: ir a Guatemala a buscar droga y luego traficarla a El Salvador.

Esos "favores", aunque sabía que eran delito, los podía manejar. Pero fue uno, el más terrible de todos, por el que decidió cortar.


“Me dijeron que querían que le cayera mi hermano, que lo matara. Sentí que el mundo se me venía encima. Yo les dije que no, que le dieran otra oportunidad, que iba a hablar con él, que lo iba a aconsejar pero él [su hermano] no me puso atención”, cuenta Ángel.

El hermano menor de Ángel era miembro de una pandilla contraria.

“Antes de que se hiciera algún problema, lo callaron. A mí me dejaron por un tiempo, me dieron un chance de que me apartara pero hubo un momento en el que me necesitaron de nuevo. Se agarraron con la contraria [pandilla] y me volvieron a llamar como refuerzo”, recuerda Ángel.

Corría 2012 y Ángel tenía sólo 17 años y unas cuantas monedas en su bolsillo. Junto a un amigo, cuyo nombre no quiere revelar, se armaron de valor y se aventuraron a ese mundo desconocido pero que parecía ideal: la ruta hacia Estados Unidos.

“Sólo decidí venirme para acá y ya. Venía yo y otro amigo pero él era de Guatemala y se había ido para allá [El Salvador]. Nos venimos juntos”, cuenta a UnivisionNoticias.com.


En su travesía, primero cruzaron en autobús hasta pasar la mitad de Guatemala. Se quedaron en el centro.  A esas alturas ya no traían dinero ni mucho menos comida.  A partir de ahí les tocó caminar.

“Venimos por las montañas. Las cruzamos día y noche. Fueron como cinco o seis días. Así nomás, sólo tomábamos agua de las piletas donde toman las vacas y donde se bañan”, recuerda.


Su paso por las montañas no fue fácil. Los ruidos de animales extraños en las noches solitarias lograban erizarle la piel a Ángel, y de hecho, aún lo hacen cada vez que lo recuerda.

“Preguntando se llega a Roma y decidimos caminar y venirnos así. Da un poco de miedo. Se oyen gritos. Muchas veces escuchamos a monos aulladores que dan miedo”, confiesa.

Todo lo que habían pasado antes había sido complicado pero hasta ese momento no se había dado un problema que los detuviera. Ni el sol lastimando en la piel, ni el calor insoportable, ni las horas de extenuantes caminatas, ni el hambre. Nada los detuvo hasta la frontera con México. Cruzaron por un río. El agua les llegaba casi hasta los hombros.

Cuando terminaron su travesía fluvial ocurrió lo inesperado: “Mi amigo venía molesto de un pie. Se había cortado [antes de salir] pero en el camino se lastimó, se le infectó”, explica.

La herida de su compañero de viaje no paraba de soltar pus. Estaban muy asustados, estaban solos. Solo tenían lo puesto. Ni siquiera una muda de ropa para cambiarse.

La cortada de su amigo pudo más que todas las inclemencias. No lo pensaron más. Se fueron a un hospital de Tenosique, Tabasco sin imaginar jamás que allí se separarían para siempre.


“Ahí se quedó él y me dijo que yo le siguiera. Me quedé esperando afuera del hospital a ver qué me decían. Dijeron que no se podía mover, que no podía caminar, que estaba demasiado sucio. Tenía mucha pus y estaba muy  hinchado”, recuerda Ángel.

Aunque Ángel, triste por tener que dejar a su amigo, decidió seguir. Pero el miedo lo invadió: le pidió 20 pesos prestados (menos de dos dólares) y se entregó a las autoridades migratorias.

“Pagué un taxi para que me llevara al Instituto Nacional de Inmigración, me entregué y ahí pedí refugio. Tuve que esperar unos tres meses a ver si me lo daban. Gracias a Dios me lo dieron y me mandaron para acá [el refugio]”, contesta.

En el fondo él quería llegar a Estados Unidos pero ya no sabía qué más hacer para lograrlo.

“Pensé en seguirle pero dije ‘no’. Mejor me voy a entregar. ¿Para qué seguir luchando si no podré llegar? O me pasa algo en el desierto. Mejor me entrego para ver qué onda. No quería regresarme porque me iban a matar. Me quieren matar”, dice.

Tras solicitar refugio, Ángel permaneció un mes en las instalaciones en donde se entregó. Después lo mandaron a otra institución y ahí estuvo otros tres meses.


La espera para Ángel se volvió eterna. Tuvo momentos de desesperación. “Me enojé, lloré, aventé cosas. Me enojaba con los policías porque no me dejaban salir. Estaba encerrado y ya me estaba volviendo loco. No había nadie. Llegaban otros chavos pero luego los regresaban, sólo yo me quedaba esperando a que me dieran refugio”, dice.

La situación de violencia ante la que Ángel se enfrentó en El Salvador fue motivo suficiente como para que México lo aceptara como refugiado permanente.

En el refugio aprendió a trabajar en equipo, a ser paciente y tolerante.  El año se le pasó entre amarguras, extrañezas y fue así que cumplió la mayoría de edad, en México.

“Quiero ver a mi mamá. Le pediría disculpas por lo que pasó. Por los pleitos que tuvimos. Empecé a fumar marihuana a los 13 por todos los problemas que ya traía”, explica.

En el albergue vivió en un ambiente de cordialidad. Compartía habitación con otros dos chicos y tenía que hacerse cargo de algunas tareas domésticas.

“Depende de cómo se den las cosas ahora, yo creo que me quedaré acá [en México]. Te hacen ver lo que no quieres ver”, explica.

Solo desde muy chiquito


Ángel trabaja en una tienda de autoservicio para sobrevivir, algo que ya había hecho antes. Desde pequeñito se ha valido por él mismo. Desde muy chico trabajó en una ferretería de hierros, en una cerámica y en otros oficios que desempeñó como ayudante. Dejó la casa de su madre a los siete años y su abuelita lo recibió. Allí vivió un par de años.
Eran cuatro hermanos, tres sobreviven y uno está muerto. El que sigue después de él, fue al que mataron las maras. Tenía 13 años.

“Yo solo me he criado en esta vida, yo solo le he echado ganas”, cuenta, seguro de sí mismo.

“Estoy aquí porque quiero tener una vida diferente. Quiero regresar a ver a mi familia pero no sé… tengo miedo de regresar y que me vayan a matar. Tampoco quiero hacer sufrir a mi mamá. Aunque me hace falta, ya tomé mi decisión”, asegura. Ángel no está más en el refugio.

Aunque hoy Ángel cree que su presente y su futuro están en México, aún le ronda la idea de seguir hasta el Norte: “En Estados Unidos quería trabajar, tener una casa, una familia. Iba a llegar con la hermana del otro chavo que venía conmigo, ella me iba a echar la mano e iba a estar trabajando”.


El sueño americano y la idea de una vida mejor no lo han abandonado a pesar de todo: “Volvería a cruzar la frontera. La he pasado peores pero me he levantado”, termina, agobiado por recordar su pasado no muy lejano.

Tomado de: Univisión.com

Tatuajes de Las Maras

Estética y Significado de los tatuajes de la Maras


Según el Centro de Investigación de Crimen Organizado, en base al periódico hondureño El Heraldo, comunicó los siguientes símbolos comunes entre las pandillas Salvatrucha (MS13) y Barrio 18, que se encuentran esparcidas por Honduras, El Salvador y Guatemala.
Unos de estos serían las plegarias (manos juntas para orar); según El Heraldo esto expresa la frase "perdona madre mía por mi vida loca". Y es tomado como un remordimiento por las acciones que han cometido.




Los tres puntos, muy conocidos entre pandillas de diferentes países de latinoamericano, es utilizado para expresar la frase ‘‘mi vida loca’’, la cual se refiere al ritmo de vida acelerado y peligroso que llevan.


El alambre de púas se utiliza para dar el mensaje de que han sufrido bastante y están sometidos a la vida en la pandilla según los expertos consultados por El Heraldo.



La Virgen de Guadalupe también es muy utilizada pero en el Barrio 18, como símbolo de protección.



Mientras que en la MS13 utilizan la imagen de Jesucristo añadiendo las letras ‘‘MS’’ al diseño.




Por otro lado están las distinciones que las pandillas marcan entre si, por ejemplo:

La Salvatrucha (MS13) se tatúan diseños relacionados al nombre de esta, ya sea en su pecho, espalda o incluso en sus rostros.








Y los miembros de la pandilla del Barrio 18 mayoritariamente poseen el numero ‘‘18’’ tatuado en sus rostros.




Cabe destacar que estos tatuajes son generalmente realizados en condiciones riesgosas, por las infecciones que se pueden llegar a contagiar y por los mismos miembros con ''tattoo shops'' clandestinas. Son una parte fundamental para pertenecer y comunicar al resto de pobladores que forman parte de estas pandillas en especifico.

Las mujeres maras y su tóxico ciclo de vida

Las Mujeres Maras y su Tóxico ciclo de vida

Las mujeres pertenecientes a ‘‘Las Maras’’, debido a su condición de marginación social al pertenecer a estas pandillas letales, y exclusión por parte de las comunidades, viven una continua violencia de sus derechos provocada por el machismo presente entre la cultura denominada y costumbres. 
El machismo juega un papel muy importante debido a que los hombres representan la mayor cantidad de pertenencia a las maras, en cambio, hay muy pocas mujeres formando parte de la misma. Según Rocío Pérez en su artículo ‘‘Mujeres maras y su realidad en las pandillas centroamericanas’’, para la página web Zócalo, dice: ‘‘Para muchas mujeres, pertenecer a las maras significa refugiarse de la violencia cotidiana y fortalecerse frente a las agresiones del entorno (muchas veces cometidas por las pandillas mismas)’’. Lo cual se torna en un círculo vicioso de violencia debido a que estas mujeres cuando se unen a la pandilla por ciertas razones, no logran salir,, debido a que ya están ‘’corrompidas’’ desde los ojos de la sociedad, por lo que su inserción de vuelta a la misma se vuelve complicada y casi imposible por las oportunidades que se les son negadas. Como lo menciona una mujer de cuya identidad fue protegida para mayor seguridad, en el artículo ‘‘Así viven y mueren las mujeres pandilleras en El Salvador’’ de Juan Martínez para la página web Factum; ella menciona lo siguiente: ‘‘Yo los odio. Yo no estoy ahí porque yo quiera. Al principio sí, pero ahora yo estoy obligada. Yo los odio.’’


(‘‘Si no los molestas, ellos no te molestaran’’)

Un caso ejemplificador de esto son las madres adolescentes, preñadas múltiples veces en violaciones o siendo esclavas sexuales. Según Dina Krauskopf en su libro ‘‘Adolescencia y educación’’:
El embarazo temprano  prevalece en adolescentes de bajo nivel socioeconómico, cuya educación se ha visto reducida y, generalmente, ha limitado las posibilidades de alternativas para generar buenos ingresos de las jóvenes y los progenitores de sus hijos. Esta situación lleva a perpetuar el ciclo de la pobreza y las situaciones de dependencia. (2014).
Esto explica el ciclo de vida que pueden llegar a tener las generaciones de mujeres maras, debido a que siguen embarazando y teniendo bastantes hijos como único destino de sus vidas, formar familias que van a terminar siendo disfuncionales ya que alguna identidad familiar será separada ya sea por asesinato o abandono.


Menciona Rocío Pérez en su artículo ‘‘Mujeres maras y su realidad en las pandillas centroamericanas’’, lo siguiente:

 Es un grupo de hombres, configurado por hombres, pensado por hombres y diseñado por hombres, en el que las mujeres son minoría cuantitativa, y en el que no existen razones para creer [… están] todos los estereotipos, prejuicios, desbalances y desigualdades entre hombres y mujeres que prevalecen en la patriarcal sociedad salvadoreña […]. De hecho, el machismo de la pandilla es una réplica, en versión micro, del extenso patriarcado salvadoreño.

 El patriarcado es dominante en las maras, así que esto provoca que la mujer sea visualizada como objeto sexual o entretenimiento temporal, disminuyendo a un segundo plano de importancia y objetivisandolas como la parte ‘‘débil’’ de la pandilla, no es vista como soporte fundamental. 


La guerra civil de El Salvador, los antecedentes de las maras

Guerra civil de el salvador, antecedente de las maras


Para entender el porqué del surgimiento de las maras y pandillas en El Salvador así como los graves problemas sociales que enfrenta este país en la actualidad, es necesario repasar un poco de la historia de su guerra civil de la década de los 80 e inicios de los 90, que como veremos a continuación, marca un antes y un después en la sociedad de esta nación.

Los indicios de una guerra



Si bien, como mencionamos la guerra de El Salvador comenzó en la década de 1980, desde 1970 ya se podían ver claros indicios de que el país se encontraba en una situación vulnerable ante el inicio de un conflicto interno, estando la gran desigualdad dentro de sus sociedad y la tensión entre ideales comunistas y occidentales en el centro de los problemas que afectaban al país en ese tiempo. En 1972 se dan protestas por supuesto fraude realizado en las elecciones de ese mismo año, que dieron como ganador de las mismas al Coronel Arturo Armando Molina, las manifestaciones fueron realizadas por jóvenes militares que intentaron dar un golpe de Estado ante su disconformidad con las elecciones realizadas, este golpe no dio resultado y contribuyó a aumentar más la tensión entre el gobierno y la oposición de El Salvador.
Luego de esto en 1975 y 1976 se forman las Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional y también el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos. Estos grupos fueron responsables posteriormente de varios secuestros a importantes empresarios y funcionarios públicos.
Como respuesta a esto el presidente de la época que era el General Carlos Humberto Romero asesinó diversos dirigentes campesinos y sindicales e incluso estudiantes universitarios que estaban supuestamente relacionados con los movimientos de los grupos militares. Fueron todos estos acontecimientos y más lo que dejó el escenario listo para el posterior conflicto entre el gobierno de derecha que estaba en el poder y la oposición izquierdista, formada por diversos grupos.


San Salvador, 15 de Septiembre 1991. Desfile militar

La Guerra Civil


Durante la guerra la izquierda o la “oposición” se organiza y forma el grupo de Frente Farabundo Marti para la Liberación Nacional (FMLN) que tenía el apoyo de los campesinos que se organizaron en varias de las zonas rurales de El Salvador, está organización pronto empezó a recibir apoyo desde Cuba y Nicaragua. Esto provocó la movilización del gobierno y que este tomara medidas para combatir a los grupos armados que estaban tomando fuerza, el gobierno salvadoreño  contó con el apoyo del gobierno de los Estados Unidos, formaron batallones, algunos de ellos destacándose por su crueldad y el asesinato de civiles.

Se formaron también los llamados “escuadrones de la muerte” que se encargaron de atemorizar a las poblaciones rurales de donde se sabía los grupos opositores tenían gran apoyo. Estos grupos fueron los responsables de gran cantidad de asesinatos e incluso masacres en contra de civiles y grandes empresarios del país, esto provocó que se volcaran aún más las miradas internacionales sobre el conflicto de El Salvador, pidiendo a ambos bandos que se recurriera al diálogo para detener el conflicto.

San Salvador, 1992. Ex jefes guerrilleros en las calle capitalinas pidiendo cumplimiento de los Acuerdos de Paz.


Fin de la Guerra


Fue en la década de 1990 cuando empezaron las negociaciones para frenar el conflicto que había azotado a El Salvador por ya más de 10 años, en el cual la ONU tomó el papel de mediadora entre ambas partes participantes del conflicto y es hasta 1992 que se firma el tratado de paz en la Ciudad de México.
Esta guerra sin embargo ya había dejado un saldo de más de 70.000 muertos, lo que significo la destrucción de miles de familias y una gran cantidad de niños que habían perdido a sus padres en la guerra dejándolos así desamparados, también continuó después de la guerra la gran desigualdad dentro de la sociedad salvadoreña y una oleada de ciudadanos de ese país que ya habían emprendido el largo viaje a los Estados Unidos para huir de las consecuencias de la guerra civil, estos jóvenes que se vieron obligados a huir serían posteriormente deportados a El Salvador y a su regreso formarían lo que hoy conocemos como las maras salvadoreñas. (Yanes, 2011).


Santa Tecla, 1995. Miembros de la MS en una zona marginal. El fenómeno de las "maras" ya esta' tomando pié en el territorio Salvadoreño
Fotografías tomadas por Giuseppe Dezza.


Testimonio de una sobreviviente a una masacre en la guerra civil:







Bibliografía:

Yanes, M. (2011). ¿Por qué hubo guerra civil en El Salvador?(y3). 1970-92MauricioYanes's Blog. consultado 13 November 2017, extraído de  https://mauricioyanes.wordpress.com/2011/01/17/%C2%BFpor-que-hubo-guerra-civil-en-el-salvador3-1970-92/

lunes, 13 de noviembre de 2017

Kahoot

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Compite con tus amigos para demostrar quién es el que comprendió mejor el tema