Migración centroamericana: donde la violencia y el delito no conocen de fronteras
Publicado en Fundación AVINA
El fenómeno migratorio de Centroamérica hacia los Estados Unidos ha tomado proporciones alarmantes. Una migración que entre 1970 y 1980 fuera impulsada principalmente por la inestabilidad política, y los conflictos armados; hoy en día se ve sopesada por la falta de oportunidades económicas y altos grados de violencia que se viven en el istmo centroamericano. Datos del Inter-American Dialogue (2014) nos indican que más de 100.000 centroamericanos ingresan anualmente a los Estados Unidos, muchos de ellos de forma irregular; es decir sin la documentación o autorización requerida por el país de tránsito o destino.
Las causas que originan el movimiento migratorio en la región son muchas. Algunas de las principales razones identificadas son: la demanda estacionaria de mano de obra no calificada, la reunificación familiar, y protección ante la presencia del crimen organizado y altas tasas de homicidio en los países de origen (Inter-American Dialogue; 2014).
A nivel económico, los modelos de desarrollo implementados han hecho al país “vulnerable y/o excluyente” (Inter-American Dialogue; 2014. Pág. 9) para sus ciudadanos, lo que provoca que un 40% de la población viva bajo la línea de pobreza. Aunado a esto, están los niveles de violencia experimentados en dicho país que también son de los más altos en la región a causa del crimen organizado. Según datos del programa de las Naciones Unidas de Lucha contra el Crimen y las Drogas (UNODC) en el periodo 2012-2013 El Salvador alcanzó la cifra de 40.2 homicidios por cada 100.000 habitantes, colocándolo en el tercer lugar centroamericano después de Honduras y Belice. Este -al parecer- no es un hecho casual; datos del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (DHS siglas en inglés) revelan una coincidencia temporal entre las deportaciones de salvadoreños con antecedentes criminales y la proliferación de organizaciones delictivas en dicho país.
Una investigación realizada por Manuel Orozco y Julia Yansura del Dialogo InterAmericano en 900 municipios de El Salvador, Honduras y Guatemala.
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Migración de menores no acompañados: Siguiendo el patrón establecido
Es así como el ya dificultoso panorama de las migraciones centroamericanas, se complejiza aún más con la problemática -tan urgente como importante- de los niños y niñas migrantes. En el caso de los niños y niñas no acompañados, los datos muestran patrones similares a los de la migración adulta. Al igual que los adultos, las personas menores de edad provienen de los municipios con mayor población y violencia y donde ha migrado una importante parte de su población.
En el presente año fiscal, Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos (CBP en sus siglas en inglés) reportaron la custodia de más de 67.000 niños menores de 18 años viajando sin sus padres y/o guardianes. Aunque México es en general el principal país fuente de inmigrantes indocumentados hacia Estados Unidos, este patrón no se cumple en el caso de los menores de edad. Sorprendentemente se ha visto un aumento significativo de niños hondureños, guatemaltecos y salvadoreños no acompañados que han intentado cruzar la frontera. Tres de cada cuatro niños y niñas detenidos en la frontera de Estados Unidos durante este año, provienen de un país centroamericano superando a los mexicanos en lo que va del 2014. Destaca el caso de los niños hondureños deportados, que en este año, son ya más de 18.000 en comparación a los menos de 1.000 de hace solo 5 años.
Los anteriores argumentos evidencian que el fenómeno de las migraciones centroamericanas se ve intensificado por una combinación de factores económicos, sociales y ambientales. Estos flujos sociales, complicados por la falta de protección estatal y por la presencia de organizaciones delictivas que los acechan, están poniendo en riesgo la vida de los migrantes y amenazan con destruir sus núcleos familiares. Es por ello que la atención de este fenómeno solo puede darse de manera holística. Contemplando por una parte la promoción al derecho humano de todos a desplazarse con libertad y seguridad y el desarrollo de políticas públicas que fortalezcan la institucionalidad y economía regional. Ambas estrategias apoyarían garantizando condiciones mínimas para que los migrantes y sus familias puede trabajar y desarrollarse; transformando a la migración de un mecanismo de supervivencia a una opción de vida digna.
Por Juan José Romero Razo. Corresponsal |
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